Siento el aura de las personas que me rodean, latiendo con fuerza, con ganas. El olor del miedo y del sudor no pueden ocultármela. La sangre late.
Hoy he salido de mi camilla y he bebido y comido como las personas. La sensación de tener algo en el estómago es rara. Me he cerrado al mundo de las energías por un tiempo, pues me es necesario tener el cuerpo a tono para lo que vendrá.
Hemos caminado-rodado hacia El Carpio, donde se ha formado el servicio médico de este ala del ejército.
Las calles están repletas de gente. Gente que ha pasado por el filtro del terror y ha vuelto. El Nuiz crepita en todas las miradas. Tanto los que han logrado enfocarlo como los que no, crepitan. Los que lo han enfocado, desde luego: Hidalgo, Rebeca, Rolando, Pilar, Rosario, No-Faustino (lo sigo llamando así, me gusta). Los amigos de los blogs y muchos más, tienen también un brillo definido y claro. Pero también los que han pasado por el viaje superando dificultades sin cuento, venciéndose a si mismos, tienen un perfil que nunca hubiera podido imaginar.
Las barreras se están volviendo sutiles.
He decidido estar en mi cuerpo para fortalecerlo, si. Pero no es la única razón: me vigilan los demonios que me han seguido desde el abismo. No recuerdo dónde estaba ese lugar. El regreso violento me provocó un trauma que ha quemado buena parte de los recuerdos.
Paseo por las calles tranquilamente. Me calo las gafas y me siento a descansar en cualquier parte a cada poco. Llevo una cantimplora con una especie de suero que ha improvisado el equipo sanitario, con varias porquerías mezcladas, como proteína líquida. Es una especie de líquido baboso e insípido, como beber mocos de bebé o algo así, pero no me quejo. Poquito a poco, a sorbos, me alimento.
Esta mañana he estado con Hidalgo. Le he visto libre y desnudo (figuradamente, claro). Hemos estado hablando tranquilos, tomando el sol de la mañana. Pero luego lo he perdido y me he quedado vagando, vagando. También he visto a Adela, de lejos, con el grupo Catalán-Francés. Pobre, y pobre de mi. El aislamiento y la tensión han sido demasiado para nuestra relación. Había autenticidad, cariño. Ahora queda... ah, no me voy a poner estupendo. He sentido la tentación de lloriquear vía blog. Seguiré concentrado en la multitud. Hombres, mujeres, algunos niños también. Un río de gente. Un río de libertad.
De vez en cuando doy un vistazo al otro lado, rápido, discreto. Me refugio en un rincón, me hago un ovillo momentaneamente y miro. Ahí están los demonios contra los que me ayudó Hidalgo el día de la emboscada. Se que no pueden ver bien este lado. La fuerza se lo impide, el brillo del que hablo, el que rodea la multitud valerosa. Pero mi aroma no se les despinta.
Y de vez en cuando pienso en ese abismo que vi. Era atrayente, hipnótico. Tengo que hacer un esfuerzo en no pensar. Me vuelvo a refugiar en la multitud entonces.
Ahora me voy a intentar descansar. Estamos en un polideportivo municipal. Bastante bien organizados. Han puesto esterillas a los lados, y el equipo sanitario atiende ampollas en los pies, desnutrición, infecciónes variadas... y algunas cosas peores.
Dulces sueños, queridos míos.
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