Vamos hacia el Norte. Seguimos una senda errática, en zig zag. Retrocedemos. Nos paramos en algún lugar. Pero, definitivamente, vamos hacia el Norte, intentando no encontrarnos con ellos, con los hijos.
Los hijos del caos nos rodeaban por todas partes. Sus cantos, que parecía que vibraban en los huesos, los cantos que utilizaban durante las celebraciones del culto hacían un efecto extraño en las tierras por las que íbamos pasando.
Los hemos abandonado, inseguros una vez nos hemos dado cuenta de sus planos, puede que sea útil que describa sus costumbres, pues tememos que terminen siendo nuestros adversarios.
Un día, estando con ellos aún, volvimos sobre nuestros pasos, a una ciudad dormitorio, afueras de París. No se el nombre. Como, cuando la visitamos por primera vez, iba en el centro de la marcha, todos los indicadores (tiendas, letreros) ya habían caído en manos de los hijos en vanguardia, o estaban tachados, o quemados y no pude saber el nombre.
Cuando volvimos a ver la ciudad, las hierbas habían crecido en las grietas del asfalto. Todo parecía más viejo, más gastado. Había más cristales rotos y pudimos cazar ciervos para comer. La naturaleza había apresurado su paso.
Yo estaba esperando la visita de Brau, que no llegaba. Necesitaba verle, estar junto a él. Me empezaba a parecer que había muerto de veras. Me volví algo peligrosa. Los hijos del caos lo percibieron instintivamente y se alejaron. Pude controlarme en lo que respecta a mis demás compañeros.
Pues bien, hoy recibí la visita de Brau, por fin, cuando descansábamos. Estaba muy delgado.
"Sangre, necesita sangre, jaaaajajajaja" se reía como él hace, con un gesto amargo en la boca.
"Escucha, Adela" su gesto se deshizo en una mueca, como el del que intenta llorar y no puede.
"Quiere sangre, y no puedo, no puedo obligarla a que de su oráculo, creo que no es porque no quiera, es que sin sangre no puede hacerlo."
"Pues dale la mía" le dije.
"No. Si le diera sangre se volvería demasiado poderosa para mi, nos destruiría a todos. Los primeros días, cuando todavía estaba fuerte, podríamos haberlo hecho. Pero estoy débil, no podría controlarla. Durante esos días me pudo la soberbia, y ahora es tarde"
Tenía un gesto de sencilla desesperación. Me abrazó, se acurrucó entre mis pechos y estuvo sollozando un rato. Levanté la mirada y vi... vi que Rodrigo se movía en sueños, que tanteaba con la mano. Abría los ojos, fosforescentes. Brau percibió mi tensión y le miró. En un instante se volvió translúcido y se arrojó hacia la espada, antes de que Rodrigo la alcanzara. Lo último que alcancé a ver de Brau, fue una mirada de desesperación al sumergirse en ella.
Luego Rodrigo se durmió.
Yo me quedé despierta. Y así sigo, torturándome con mil preguntas.
¿Es cierto lo que cuenta Blanca, que el líder del ejército del dragón es el Rey y que está esclavizando humanos? ¿Por qué Rebeca no se comunica desde que Rolando ha vuelto del infierno? ¿Qué debemos hacer a continuación?
No hay comentarios:
Publicar un comentario